Cinco prácticas que contribuyen a la conservación del suelo

Revista la Campiña – 11 de julio de 2024

Se requieren mil años para que se forme un centímetro de suelo

Fotografía: Especial

Redacción La Campiña

MÉXICO.- La conservación de los suelos en todo el mundo, es la fórmula precisa para garantizar la c seguridad alimentaria en las siguientes décadas. No olvidemos que para 2050 –de acuerdo a las proyecciones de Naciones Unidas- habrá que asegurar alimento para cerca de 9,700 millones de personas a lo largo del planeta.

En esta perspectiva, la necesidad de mantener suelos sanos se ha convertido en un imperativo. La seguridad alimentaria, una mayor biodiversidad, menos gases de efecto invernadero y mejores medios de subsistencia, son algunos de los beneficios que ofrece una gestión adecuada y sustentable.Para tal efecto, existen un importante número de técnicas y prácticas que contribuyen a conservar las características físicas, químicas y microbiológicas del suelo. Con ellas se reduce o elimina el arrastre, así como la pérdida por acción de la lluvia y el viento, se mantiene o aumenta la fertilidad y con esto, se mejoran los rendimientos de los cultivos. Aquí presentamos algunas de estas prácticas que se han usado con resultados positivos.

  1. Labranza de Conservación y siembra directa. Es una práctica agrícola que intenta limitar el número de labranzas, al mismo tiempo que aumenta la protección del suelo a través de vegetación, reduciendo con ello la erosión. En lo que se refiere a la siembra directa, se aprovecha la labranza mínima, colocando las semillas entre residuos de cosechas anteriores o de abono verde con el fin de garantizar el uso adecuado del carbono retenido y reducir al mínimo los efectos del viento y el agua.
  2. Rotación de cultivos. Este método propone aprovechar más de un tipo de cultivo de forma rotativa en una misma superficie, durante los diversos ciclos productivos. Entre los beneficios que proporciona la rotación de cultivos se encuentra la fijación de nitrógeno, la optimización del gasto, la protección del suelo, el aumento de la infiltración y retención de agua, la reducción del uso de pesticidas, el aumento de la producción, la reducción de la incidencia de pudrición de cultivos y el incremento de la actividad biológica del suelo. La elección de los cultivos a rotar es muy específica para cada zona o región, y depende en gran medida de los datos históricos del clima y la productividad.
  3. Uso mínimo de fertilizantes y pesticidas sintéticos. En la actualidad, se ha reconocido que la aplicación excesiva de productos químicos para controlar malezas y plagas ha traído como resultado, situaciones perjudiciales para el medio ambiente. En este contexto, una gestión adecuada de la conservación del suelo en la agricultura en general, y la agricultura ecológica en particular, involucra un cambio a opciones biológicas y prácticas culturales para restablecer la fertilidad, tales como el abono verde y animal, uso de composta, y otros métodos de control no químico.
  4. Conservación de los organismos del suelo. Los organismos que viven en el suelo son un elemento fundamental en su conservación. El ecosistema de cada centímetro, está compuesto por especies macroscópicas, microorganismos, bacterias y virus, que contribuyen a crear nuevos drenajes, airear la tierra, obtener nutrientes al fijar el nitrógeno y aumentar la disponibilidad de agua y otros minerales que son necesarios para las plantas.
  5. Agricultura de contorno. Esta práctica resulta muy efectiva en los terrenos en pendiente. Se trazan curvas de nivel, de tal forma que se siembra usando a favor el relieve del suelo. La agricultura de contorno, como se le conoce, además de reducir la erosión del suelo y aumentar la retención del agua, permite recuperar la productividad de los terrenos de ladera cuando se emplea en conjunto con otras prácticas sustentables.

Es urgente actuar a través de medidas planificadas y sostenibles, que nos permitan recuperar los suelos –aquellos que presentan altos grados de degradación, contaminación, desertificación, disminución de la fertilidad y pérdida de biodiversidad– pero, al mismo tiempo, gestionar y promover una agricultura que emplee técnicas y prácticas que contribuyan a conservar su salud.

Debemos comprender que el suelo es un recurso no renovable, recordemos tan sólo, como lo han señalado especialistas, que se requiere un poco más de mil años para que se forme un centímetro de suelo. No hay tiempo para la inacción.